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Grand Theft Auto

un juego para escritores con insomnio

Publicado: 2013-12-17
No se equivocaba mi amiga Regina cuando me dijo que Grand Theft Auto era el juego que todo escritor debería tener en su pc. Sin embargo, recién ahora me doy cuenta que no es solo por el genial guión del juego, sino, paradójicamente, por la posibilidad que tienes apartarte de aquel violento destino y hacer lo que te canten los grillos del culo. Es decir, tú eres Carl Johnson y Carl Johnson es un putazo entre los putazos. Es paja ser él. Empiezas montando bicicleta, pero luego tienes que reventar a tiros a las bandas callejeras, pintar graffitis, robar autos de todos los modelos, comer pizza o pollo broaster, intimidar gángsters, comprar bazookas, derribar helicópteros, pilotear aviones, tener novia, llevarla a bailar, follártela y, vamos, todo eso está muy bien. Pero si no estás de un humor asesino, también puedes olvidarte de aquello y dedicarte a caminar por la ciudad, conversar amablemente con las prostitutas, hacer taxi, subir a una colina a mirar a las melancólicas calles de Los Santos o robar un convertible e ir a pasear por la costanera cuando muere la tarde. No hay prisas ni deadlines. Hermano, es como jugar Mario Bross sin tener que ir a matar a Koopa. Es como sería esta vida si alguien detuviera la maldita ruleta que nos tiene girando como ratones. Para colmo, ahora me he comprado la extensión Vice City que viene con un soundtrack que te cagas. Cada vez que robo un carro y suena la radio, siento que mi tío H está en el asiento del copiloto sintonizando su maldita música ochentera. Por ejemplo, en una esquina me subo a un deportivo azul y Michael Jackson está cantando Billy Jean. Más allá, me cambio a una Bobcat, y suena Cum on feel the noize de Quiet Riot. Después: el piano de Keep on loving you de Reo Speedwagon. Csmre. Que feelin esta huevada. Subo el volumen. Canto. ¿Qué chucha juegas? pregunta mi primo, pero no le hago caso. Me emociono tanto que pierdo el control y sin querer, al girar una esquina, le rebano la carrocería a un patrullero. La puta que los parió. Veo dos estrellitas de búsqueda activarse en mi pantalla. Acelero. Escucho las sirenas de la tombería detrás de mí. Me pierdo entre las calles pero no logro despistarlos. De pronto, aparece en mi mapa el símbolo del SPRAY que me indica la existencia de un garaje cercano donde puedo pintar mi carro y confundir a los polis. Hacia allá voy pero, justo cuando estoy a pocas cuadras, empieza a sonar "More than this" de Roxy Music. Ya saben, aquella canción que Bill Murray canta en la escena del karaoke de Lost in Translation. Sé que si entro al garaje la música se detendrá. Los policías me perderán, pero la música se detendrá. Yo no puedo hacerle eso a Bill Murray, así que sigo acelerando. Que se joda la misión, pienso. Que se joda el mundo, yo no me llamo Raimundo. Paso de largo el garaje. Los policías vienen detrás y se acercan peligrosamente. Mi carro está echando humo del motor. Nada puede ir peor. Pero la canción sigue sonando y yo trato de ganar tiempo para que Bob siga cantando y Charlotte se enamore de él. Me dirijo hacia la costa. Después de unos segundos veo aparecer el océano a mi izquierda, los bañistas, las chicas en patines, algunos barcos a lo lejos. La tombería se pone hostil. Me golpean el parachoques trasero. Tratan de sacarme de la autopista. Malditos chacales, les grito y canto junto a Bill: MORE THAN THIS, YOU KNOW THERE'S NOTHING, MORE THAN THIS. Cuando se acaba la letra y siento que llegan los últimos acordes de la canción, me pego al borde del acantilado. Es la única solución posible. Entonces escucho el fade out de la canción y giro hacia la izquierda. Pierdo a los policías. Pierdo la autopista. También pierdo el juego, pero eso ya no importa. Mi auto cae hacia el mar como una gaviota. Las sirenas se escuchan cada vez más lejos. El metal se hunde lentamente entre los peces y mi personaje flota boca abajo. El que inventó este juego era un poeta. Era un maldito poeta.

Escrito por

Pierre Castro

Escritor. Ha publicado el libro de cuentos "Un hombre feo" y en el 2012 ganó el Premio Copé de Plata con su cuento "El río". Monta bicicleta


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